Me tomo la libertad, quizás el libertinaje, de publicar la totalidad de este artículo por su interés y por su dificultad de localización ya que no he sido capaz de reencontrarlo en Internet. Disculpas Sr. Rubio.
Nuestro sistema comienza a mostrar síntomas de regresión extremadamente preocupantes, la intimidad de los ciudadanos empieza a ser algo utópico, los poderes públicos y privados hurgan en nuestras vidas de forma cruel y abusiva, las reglas que nos marcamos en aquel tiempo en que rompimos con un pasado gris y tenebroso que atenazaba al individuo haciendo que éste se sintiese secuestrado en su libertad de estar y sentir, son una pura anécdota, se esfuma nuestra independencia personal y nuestra libertad, se apodera de ella el Estado y «los Estados».
El Estado, como ente omnipotente que dirige y coordina nuestros movimientos, nuestros deseos y también nuestros sueños, persigue el control absoluto de todos nosotros y para ello utiliza métodos ya empleados por los servicios de la seguridad de los estados totalitarios, violan nuestra intimidad por todas partes, conocen nuestros correos, nuestras cocinas, nuestras cuentas bancarias, nuestras conversaciones políticas, religiosas, nuestras preferencias sexuales, nuestras aficiones y desviaciones. Inundan los espacios públicos de ojos electrónicos, nos vigilan, nos archivan y nos convierten en expedientes que llenan archivos dispuestos a ser aprovechados en cualquier momento por, y para, intereses políticos, comerciales, morales, sexuales, etc.
Los servicios oscuros que deambulan por las cloacas del Estado están siempre asomando sus ojos vigilantes a través de las tapas de cualquier alcantarilla, son las ratas del Estado, los 'topillos' del poder político, mediático y económico. Nos convierten en pura mercancía, nos clasifican en diferentes apartados y conocen tanto de nosotros que nosotros mismos tan siquiera conocemos. Resulta cruel admitir que ya no quedan espacios de intimidad tan necesarios para la vida en libertad. Hemos descubierto que en este tipo de sociedades donde el único dios que se venera es «el becerro de oro» descubrimos también que, quien tiene el poder dispone de la información y la información es eso, poder. ¿Poder, para qué? Para manipular, para extorsionar, para dirigir, para molestar, para destruir, somos masas adormecidas y alienadas que se suponen seguras en manos de este tipo de depredadores.
¿Qué ha sido del individúo? Se lo han tragado los «poderes institucionalizados», lo han repescado para hacer de él materia prima, que abastece las necesidades de unos estamentos políticos, mediáticos y económicos, que se alimentan de estas sociedades sin pensamiento propio, masas humanas entregadas al pasotismo político, donde la ética desaparece a favor de la estética y donde el discurso se presenta envuelto en papel bursátil, con estampaciones de Ibex, Daw Jones, Nasdaq, Euribor, etc.
Esta noche antes de acostarte, mira bajo tu cama, es probable que alguien se haya instalado allí para controlar tus sueños.
Nuestro sistema comienza a mostrar síntomas de regresión extremadamente preocupantes, la intimidad de los ciudadanos empieza a ser algo utópico, los poderes públicos y privados hurgan en nuestras vidas de forma cruel y abusiva, las reglas que nos marcamos en aquel tiempo en que rompimos con un pasado gris y tenebroso que atenazaba al individuo haciendo que éste se sintiese secuestrado en su libertad de estar y sentir, son una pura anécdota, se esfuma nuestra independencia personal y nuestra libertad, se apodera de ella el Estado y «los Estados».
El Estado, como ente omnipotente que dirige y coordina nuestros movimientos, nuestros deseos y también nuestros sueños, persigue el control absoluto de todos nosotros y para ello utiliza métodos ya empleados por los servicios de la seguridad de los estados totalitarios, violan nuestra intimidad por todas partes, conocen nuestros correos, nuestras cocinas, nuestras cuentas bancarias, nuestras conversaciones políticas, religiosas, nuestras preferencias sexuales, nuestras aficiones y desviaciones. Inundan los espacios públicos de ojos electrónicos, nos vigilan, nos archivan y nos convierten en expedientes que llenan archivos dispuestos a ser aprovechados en cualquier momento por, y para, intereses políticos, comerciales, morales, sexuales, etc.
Los servicios oscuros que deambulan por las cloacas del Estado están siempre asomando sus ojos vigilantes a través de las tapas de cualquier alcantarilla, son las ratas del Estado, los 'topillos' del poder político, mediático y económico. Nos convierten en pura mercancía, nos clasifican en diferentes apartados y conocen tanto de nosotros que nosotros mismos tan siquiera conocemos. Resulta cruel admitir que ya no quedan espacios de intimidad tan necesarios para la vida en libertad. Hemos descubierto que en este tipo de sociedades donde el único dios que se venera es «el becerro de oro» descubrimos también que, quien tiene el poder dispone de la información y la información es eso, poder. ¿Poder, para qué? Para manipular, para extorsionar, para dirigir, para molestar, para destruir, somos masas adormecidas y alienadas que se suponen seguras en manos de este tipo de depredadores.
¿Qué ha sido del individúo? Se lo han tragado los «poderes institucionalizados», lo han repescado para hacer de él materia prima, que abastece las necesidades de unos estamentos políticos, mediáticos y económicos, que se alimentan de estas sociedades sin pensamiento propio, masas humanas entregadas al pasotismo político, donde la ética desaparece a favor de la estética y donde el discurso se presenta envuelto en papel bursátil, con estampaciones de Ibex, Daw Jones, Nasdaq, Euribor, etc.
Esta noche antes de acostarte, mira bajo tu cama, es probable que alguien se haya instalado allí para controlar tus sueños.
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