
Lo que más quieren los terroristas es que la gente deje de utilizar el Metro.
Lo que quieren los terroristas es que los turistas se mantengan alejados del Centro.
Los terroristas quieren que los londinenses se queden en casa, que dejen de trabajar, que no lleven a sus hijos a la escuela.
Los terroristas quieren que las tiendas y los teatros sufran, que el mercado de valores se colapse, que el espíritu olímpico se desvanezca.
Los terroristas quieren que todo el mundo se sienta perpetuamente aterrorizado, que mire de reojo a todos los árabes con que se encuentre.
Nadie puede aterrorizar a Londres. Ni los bombardeos de los alemanes lo consiguieron.
Lo que quieren los terroristas es que los turistas se mantengan alejados del Centro.
Los terroristas quieren que los londinenses se queden en casa, que dejen de trabajar, que no lleven a sus hijos a la escuela.
Los terroristas quieren que las tiendas y los teatros sufran, que el mercado de valores se colapse, que el espíritu olímpico se desvanezca.
Los terroristas quieren que todo el mundo se sienta perpetuamente aterrorizado, que mire de reojo a todos los árabes con que se encuentre.
Nadie puede aterrorizar a Londres. Ni los bombardeos de los alemanes lo consiguieron.
Por el contrario, aunque el alcalde de Nueva York tras el atentado del 11 de septiembre trasmitió un mensaje de calma a sus ciudadanos pidiendo que la gente se ocupara de sus negocios, de llevar a los niños al parque, de ir a ver un espectáculo, etc., desafortunadamente no fue seguido (Simon Jenkins en El Periódico)
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