Llega la noticia de que en China hay una ciudad llamada Shenzhen que tiene el honor de ser entrar en el libro Guinnes por ser la primera ciudad con un sistema de videovigilancia de 220.000 cámaras y control ciudadano por tarjetas inteligentes.
Shenzhen ha pasado en pocos años de ser una aldea de pescadores a tener un aspecto de ciudad moderna llena de rascacielos con 12 millones de habitantes y a ser la capital financiera del sur de China.
Las primeras cámaras empezaron a ser instaladas a finales de los años 90 para la lucha contra la delincuencia y poco a poco sin apenas publicidad, y a menudo en secreto, las autoridades han ido ampliando su control hasta desarrollar el mayor y más avanzado intento de controlar a una población a través del vídeo. Las últimas 20.000 cámaras, a diferencia de las 200.000 ya existentes, tienen la capacidad de reconocer e identificar a cualquier ciudadano a través de un programa informático que estudia las facciones del rostro.
La previsión es que, en el futuro, ningún ciudadano pueda disfrutar del anonimato.
Lo que hasta ahora parecía ciencia ficción empieza a materializarse si los afectados no lo impiden, mientras estén a tiempo. Los demás disfrutaremos escuchando al currito de la TV en la ceremonia inaugural de las Olimpiadas, describiendo entusiasmado los progresos económicos de China pero (probablemente) sin mencionar las graves violaciones a los Derechos Humanos que se estarán produciendo en ese momento en rincones como Shenzhen o el Tibet. Lo llaman realpolitik o sea política enfocada a lo práctico sin consideración alguna de ideologías. Sarkozy, a diferencia de Angela Merkel, acaba de hacer una buena demostración.
Shenzhen ha pasado en pocos años de ser una aldea de pescadores a tener un aspecto de ciudad moderna llena de rascacielos con 12 millones de habitantes y a ser la capital financiera del sur de China.
Las primeras cámaras empezaron a ser instaladas a finales de los años 90 para la lucha contra la delincuencia y poco a poco sin apenas publicidad, y a menudo en secreto, las autoridades han ido ampliando su control hasta desarrollar el mayor y más avanzado intento de controlar a una población a través del vídeo. Las últimas 20.000 cámaras, a diferencia de las 200.000 ya existentes, tienen la capacidad de reconocer e identificar a cualquier ciudadano a través de un programa informático que estudia las facciones del rostro.
La previsión es que, en el futuro, ningún ciudadano pueda disfrutar del anonimato.
Lo que hasta ahora parecía ciencia ficción empieza a materializarse si los afectados no lo impiden, mientras estén a tiempo. Los demás disfrutaremos escuchando al currito de la TV en la ceremonia inaugural de las Olimpiadas, describiendo entusiasmado los progresos económicos de China pero (probablemente) sin mencionar las graves violaciones a los Derechos Humanos que se estarán produciendo en ese momento en rincones como Shenzhen o el Tibet. Lo llaman realpolitik o sea política enfocada a lo práctico sin consideración alguna de ideologías. Sarkozy, a diferencia de Angela Merkel, acaba de hacer una buena demostración.
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