No se puede hablar de delincuencia e inseguridad sin hablar de colaboración, autodefensa y solidaridad.
Colaboración con las autoridades policiales y judiciales. Nos necesitan para luchar contra la delincuencia. ¡Somos imprescindibles!
La autodefensa, sin heroicidades, puede ser muy eficaz.
También, solidaridad y socorro a la victima. Si no se ha podido evitar el daño, intentar paliarlo.
Tenemos que ser exigentes con nuestras autoridades para que nos ofrezcan la seguridad suficiente que permita la convivencia, pero no podemos convertirnos en meros espectadores. No podemos confiar en que la acción del Estado por si sola será suficiente. La pasividad y la ingenuidad no son buenas armas contra la inseguridad. Lamentablemente, al crecer nuestras ciudades y nuestro nivel de vida están apareciendo señales alarmantes de una pasividad muy preocupante.
Colaboración ciudadana
Se está perdiendo la colaboración con la Policía y la Justicia frente al delincuente.
Nos estamos volviendo pasivos, como si la Seguridad no fuera con nosotros.
Esto puede ser debido al mal funcionamiento de estas instituciones que obligan a molestias innecesarias al ciudadano colaborador y no son capaces de protegerlo con eficacia de posibles represalias.
Para eliminar reticencias, sería imprescindible que nuestra Policía y sistema judicial mimaran y protegieran a los ciudadanos que se presentan como Testigos.
El castigo del delincuente que tome represalias frente al ciudadano colaborador debería ser duro, muy duro.
Personalmente quedo muy reconfortado con la Humanidad cuando ocasionalmente me llega la noticia de que varios ciudadanos persiguieron y retuvieron a un delincuente que había dado un tirón a una mujer, hasta que llegó la policía.
Es bueno ser valiente pero a veces es mejor ser sabio. Sin necesidad de arriesgar heroicamente nuestra vida, en ocasiones, podemos anotar los datos que hemos observado, esperar a la policía para entregarlos y acudir a testificar.
Según las circunstancias, podremos seguir discretamente al delincuente en su huida y con el móvil informar a la policía de sus movimientos como hizo un ciudadano en un atentado de ETA en Madrid. No corrió más riesgo que el de ser identificado por nuestra irresponsable prensa, con los consiguientes problemas que ello le podía ocasionar. Esto demuestra que es más seguro informar anónimamente a la policía.
No debemos confundirnos, una cosa es colaborar, otra muy diferente es dedicarnos a vigilar a nuestros vecinos como se pretende en algún caso.
La obsesión que el Reino Unido sufre con la videovigilancia ya tiene forma comercial: Shoreditch TV es un canal que transmite a 22.000 hogares londinenses lo que ocurre en sus calles gracias a 400 cámaras de videovigilancia. El lema del experimento es “Combatiendo el crimen desde el sofá”. Los teledelatores podrán denunciar de forma anónima desde el sofá usando una línea caliente o un servicio de e-mail anónimo. Para completar el paquete, la policía podrá interrumpir la emisión para difundir alertas especiales.
En defensa propia
No propongo que vayamos armados como los americanos para defendernos a tiro limpio, creo que llegar a esa situación sería el fracaso absoluto de nuestro Estado. Intento dar ánimos para que opongamos la resistencia, mucha o poca, que seamos capaces. Soy consciente de que es un terreno muy delicado y que es más fácil decirlo que hacerlo pero estamos cayendo en la rendición absoluta. Con frecuencia nos llegan noticias de atracos en los que las víctimas y los espectadores se comportan como corderos que van al matadero.
¡¡¡A por ellos!!!
Desde que se produjo la rebelión de uno de los aviones secuestrados el 11 de septiembre creo que hemos empezado a tomar conciencia de nuestra fuerza.
Si somos capaces de trasmitir el mensaje a los terroristas de que “venderemos caras nuestras vidas”.
Si la actitud combativa de los afectados se incrementara, el efecto disuasorio puede ser bastante mayor que el de los RX de los controles en los aeropuertos.
Si el terrorista sabe que encontrará una férrea resistencia entre los afectados, sus planes pueden resultar inviables y quizás se lo piense dos veces.
Hace unos meses un avión es secuestrado por un individuo y desviado a Canarias. Entre la tripulación y algunos pasajeros inmovilizaron al secuestrador que tuvo que ser llevado al hospital antes que a la comisaría. Lógicamente, tuvo que explotar la tensión acumulada en las víctimas.
No hace mucho, en medio de la oleada de asaltos a domicilios que sufría Cataluña, cuatro delincuentes armados asaltan por la noche una casa en el pueblo de Sudanell (Lérida) y amenazan a toda la familia. El padre se defiende matando a dos de ellos. Los otros dos huyen. Actuó en defensa de su familia pero tuvo que contratar un abogado para defenderse y demostrarlo. Finalmente parece que no será acusado de doble homicidio.
Nuestra legislación exige tantos requisitos para admitir la “legítima defensa” que casi la hace excepcional. Si la victima se defiende es considerada culpable mientras no demuestre su inocencia. Parecemos masoquistas.
Sin llegar a admitir que todo vale para defenderse y pegar un escopetazo al primero que se acerque a nuestra casa para pedirnos un favor, si que sería urgente cambiar la legislación para considerar que el atacante en el momento que asalta un domicilio tiene todas las leyes en contra, que la víctima tiene todo el derecho a defenderse y que la Policía debe protegerle de represalias futuras.
Solidaridad con la victima
La tradicional solidaridad que había para socorrer a las victimas de accidentes o de la delincuencia también se está perdiendo. Es triste pero es así.
Desconozco el motivo pero los ricos están menos predispuestos que los pobres a ayudar. Pues sí, parece que es otra consecuencia de la riqueza mal entendida.
También ocurre que las grandes ciudades deshumanizan nuestra vida en muchas facetas incluida la de ayudar a las victimas.
Paralelamente, se incrementa hasta el vomito el espectáculo de los curiosos que no se quieren perder ni un detalle e incluso se atreven a fotografiar o filmar a las victimas (con violación absoluta de su Intimidad) para mostrarlas como un trofeo ante sus conocidos.
Nuestros insuperables periodistas también compiten por una audiencia morbosa para mostrar imágenes sangrientas, en primer plano, que ni el mismo Sam Peckinpah hubiera concebido.
No podemos quedarnos de brazos cruzados o mirar para otra parte cuando nos encontramos frente a una persona malherida.
No podemos seguir nuestro camino porque ese día, precisamente ese día, tenemos mucha prisa.
No es suficiente convencernos que ya hacemos bastante pagando impuestos para que la ayuda la presten los profesionales.
Todas estas acciones personales son de gran importancia para conseguir la ansiada Seguridad que precisamos.
No podemos ver los toros desde la barrera. Otro día, nosotros podemos ser la víctima.
2 comentarios:
A lo mejor una de las razones de la falta de colaboración con la policía es la desconfianza ante ella. Otra podría ser el modelo social que nos aliena de nuestro contorno y que proclama el principio básico de a mí me las den todas, principio sacrosanto de los tiempos.
Hay un punto que encuentro muy interesante. Es el de la propia defensa. Lo que se apunta sobre que a partir que un supuesto delicuente irrumpe sin autorización en un domicilio o establecimiento privado, a la hora de hacer las valoraciones en el conflicto que se crea entre el asaltante y el asaltado el sistema debería inclinarse a la hora de las presunciones, cargas de las pruebas necesarias, a favor del asaltado. Hay que establecer los hechos y repartir las culpas de lo que pueda pasar de acuerdo con lo que establezcan las leyes, pero a la hora de valorar las circumstancias deberia haber una persunción a favor del morador de la vivienda, dando ya por presumida la legítima defensa desde la entrada ilegal en la casa. Si se prueba que no era legítima defensa según esté definido en el código, que se haga justicia, pero si hay duda y hay que hacer matizaciones o valoraciones que éstas estén de entrada a favor del asaltado
Como principios, la Policía debería ganarse el respeto (no el temor. Eso es muy fácil) y la confianza de la población.
Respeto porque una Policía que no sea respetada mal podrá imponer la autoridad cuando sea necesaria.
Confianza para que el ciudadano entre otras cosas la considere siempre de su parte y no tenga reticencias a colaborar o ayudar.
La realidad es que nuestras policías en ambos campos pueden mejorar bastante.
Recientemente se ha sabido que policías en prácticas de la reciente policía autonómica de Cataluña se han visto involucrados en malos tratos a detenidos. Mal comienzo para una Policía creada de nuevo sin ningún vicio histórico, y especialmente para unos policías que acaban de salir de la Academia. Así, solo ganarán el temor o el terror del ciudadano. ¿Con que criterios se les ha seleccionado, formado y dirigido para delinquir nada más estrenarse?
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