La sociedad civilizada tiene que defenderse de los miembros que incumplen las normas en que se basa nuestra convivencia, para lo cual no tiene más remedio que establecer una serie de castigos, primero con función preventiva para desanimar al individuo tentado de saltarse las reglas, segundo para aplicarle un castigo adecuado, consiguiendo su arrepentimiento y ayudarle a rehabilitarse si es posible, que no siempre lo es. También como publicidad para que otros posibles delincuentes se lo piensen dos veces antes de actuar en la ilegalidad.
La Sociedad emplea un doble mecanismo de defensa: castigar al delincuente para desanimar esa conducta y apartarlo de la sociedad manteniéndole preso en una cárcel para que no vuelva a cometer otro delito. Con independencia de la abundante doctrina académica respecto a la aplicación de penas, unas corrientes son más vengativas, otras más humanistas, no debemos perder de vista su objetivo: defender a la sociedad de los delincuentes.
Reincidentes y multireincidentes: «tolerancia cero»
«La población penitenciaria se nutre continuamente de las mismas personas que, una y otra vez, salen y vuelven a entrar en prisión» (Julián Carlos Ríos y Pedro Cabrera)
En 2003 de 120.000 presos condenados, unos 25.000 eran reincidentes.
La Sociedad emplea un doble mecanismo de defensa: castigar al delincuente para desanimar esa conducta y apartarlo de la sociedad manteniéndole preso en una cárcel para que no vuelva a cometer otro delito. Con independencia de la abundante doctrina académica respecto a la aplicación de penas, unas corrientes son más vengativas, otras más humanistas, no debemos perder de vista su objetivo: defender a la sociedad de los delincuentes.
Reincidentes y multireincidentes: «tolerancia cero»
«La población penitenciaria se nutre continuamente de las mismas personas que, una y otra vez, salen y vuelven a entrar en prisión» (Julián Carlos Ríos y Pedro Cabrera)
En 2003 de 120.000 presos condenados, unos 25.000 eran reincidentes.
Se admite que la tasa de reincidencia al salir de la cárcel alcanza el 61% (Eulalia Sole en La Vanguardia)
Nuestro Código Penal se modifica con frecuencia pero las condenas de cárcel o más modernamente de otras medidas alternativas, no parecen asustar demasiado ya que tenemos cada vez más delincuentes y lo que es más preocupante más delincuentes reincidentes. La existencia de multireincidentes es una señal inequívoca del fracaso de los castigos impuestos.
Es realmente complejo establecer la pena mínima y máxima que debe corresponderle a cada delito pero lo que si parece más fácil es establecer un agravamiento suficientemente importante para que los reincidentes no acaben siendo multireincidentes. Por ejemplo, si nuestro violador condenado a 10 años de cárcel cuando recupera la libertad vuelve a cometer otra violación, la pena no debe ser nuevamente de 10 años de cárcel, sino su reclusión prácticamente a perpetuidad ya que parece bastante probable que si ha violado dos veces, lo hará en todas las ocasiones futuras que se le presenten. Lo mismo debería ocurrir con el resto de delitos sean graves o no. Esta legislación, a priori, puede parecer un endurecimiento injustificado de las penas pero parece bastantemente más eficaz que la legislación actual bastante benévola con nuestros frecuentes delincuentes reincidentes. En el Fútbol ya está inventado, a la segunda falta la tarjeta ya no es amarilla sino roja que implica la expulsión del partido.
Edad penal
Otro problema actual es la constante disminución de la edad de los delincuentes. Nuestra legislación lleva años cambiando la edad mínima para que una persona sea considerada responsable penalmente, mientras la estadística de delitos, en ocasiones de máxima gravedad, va en aumento lo cual parece indicar que esta legislación no es adecuada en la práctica por muy buenos fundamentos teóricos que tenga. Por ejemplo si un chaval de 16 años sabe que si un día comete una violación no será sancionado ya que es menor de edad, la función inhibidora de la legislación no está cumpliendo su finalidad. Si finalmente acaba cometiendo la violación, la condena prevista es tan ridícula que hiere la sensibilidad de cualquier victima potencial, no ya de la victima realmente violada que arrastrará el trauma probablemente durante toda su vida.
Nuestro Código Penal se modifica con frecuencia pero las condenas de cárcel o más modernamente de otras medidas alternativas, no parecen asustar demasiado ya que tenemos cada vez más delincuentes y lo que es más preocupante más delincuentes reincidentes. La existencia de multireincidentes es una señal inequívoca del fracaso de los castigos impuestos.
Es realmente complejo establecer la pena mínima y máxima que debe corresponderle a cada delito pero lo que si parece más fácil es establecer un agravamiento suficientemente importante para que los reincidentes no acaben siendo multireincidentes. Por ejemplo, si nuestro violador condenado a 10 años de cárcel cuando recupera la libertad vuelve a cometer otra violación, la pena no debe ser nuevamente de 10 años de cárcel, sino su reclusión prácticamente a perpetuidad ya que parece bastante probable que si ha violado dos veces, lo hará en todas las ocasiones futuras que se le presenten. Lo mismo debería ocurrir con el resto de delitos sean graves o no. Esta legislación, a priori, puede parecer un endurecimiento injustificado de las penas pero parece bastantemente más eficaz que la legislación actual bastante benévola con nuestros frecuentes delincuentes reincidentes. En el Fútbol ya está inventado, a la segunda falta la tarjeta ya no es amarilla sino roja que implica la expulsión del partido.
Edad penal
Otro problema actual es la constante disminución de la edad de los delincuentes. Nuestra legislación lleva años cambiando la edad mínima para que una persona sea considerada responsable penalmente, mientras la estadística de delitos, en ocasiones de máxima gravedad, va en aumento lo cual parece indicar que esta legislación no es adecuada en la práctica por muy buenos fundamentos teóricos que tenga. Por ejemplo si un chaval de 16 años sabe que si un día comete una violación no será sancionado ya que es menor de edad, la función inhibidora de la legislación no está cumpliendo su finalidad. Si finalmente acaba cometiendo la violación, la condena prevista es tan ridícula que hiere la sensibilidad de cualquier victima potencial, no ya de la victima realmente violada que arrastrará el trauma probablemente durante toda su vida.
Actualmente, los menores de 14 años son irresponsables penalmente de los delitos que cometan, por graves que sean. Sus padres o tutores tampoco son responsables. De 14 a 18 años se les aplica una legislación con penas descafeinadas que nunca implican el ingreso en la cárcel sino en unos centros especiales, por un máximo de 5 años. En 2005, fueron detenidos en España 69 menores de 18 años acusados de un delito de homicidio.
Pena máxima
Históricamente la pena máxima prevista era la pena de muerte. Nuestro avance ético nos hace repugnar de tal pena y afortunadamente en España ya es agua pasada. La pena máxima de cárcel que establece nuestro Código penal es de 30 años. Por ejemplo, un terrorista de 25 años que ha asesinado a varias personas saldrá libre a los 55 años. Nuestros reparos éticos no deberían obstaculizar que se le imponga una pena mayor de 30 años para que se reincorpore a la sociedad no como terrorista prejubilado, sino como terrorista jubilado.
Reducción de penas
La reducción de penas que establece nuestra legislación a mí me deja totalmente perplejo. Un ejemplo de 2002: Ciudadano condenado por treinta delitos a penas que suman 39 años de cárcel por arrollar a 30 personas (5 resultaron con graves heridas y el resto leves) en una calle peatonal tras una discusión, huyendo del lugar. No estará en la cárcel más de 7 años y 6 meses ya que el Código penal establece que el tiempo máximo de prisión no puede superar al triple de la mayor de las condenas. ¿Entonces cuesta lo mismo atropellar a una persona que a 10 ó a 20 de una tacada o hacerlo una a una cada fin de semana?
Medidas penales alternativas a la prisión
En los últimos años están demostrando cierta eficacia otros castigos, diferentes al ingreso en la cárcel, especialmente adecuados para los delitos más leves cometidos por delincuentes que no sean reincidentes. Además, eliminan la sensación de impunidad ya que nuestras leyes consideran que para las sentencias inferiores a dos años si no hay antecedentes no se ingresa en prisión.
Hay varias medidas alternativas: multas, cursillos, trabajos en beneficio de la comunidad o tratamientos de deshabituación, en caso de toxicomanías.
Delitos relacionados con el tráfico de drogas
En 2006 ha habido un importante incremento de las actas por posesión y consumo de drogas ilegales, que se une a las grandes operaciones desarrolladas contra el narcotráfico. Durante el año pasado, la Policía y la Guardia Civil practicaron 233.605 actas de este tipo, 40.304 más que en 2005. Entre el 70 y el 80% de los internos de nuestras cárceles han delinquido por culpa de las drogas, según el Sindic de Greuges de Cataluña.
La acción de todas las policías del mundo únicamente consiguió incautar el 42% de la cosecha de cocaína en 2006 (Informe Mundial de drogas 2007 de la ONU. Citado en La Vanguardia)
El 60% de los delitos cometidos guardó relación con la droga en 2001. Además, cuando un delincuente comete un delito bajo los efectos del consumo de drogas tiene derecho a la reducción de los años de cárcel que le puedan corresponder. Lo que los juristas llaman un eximente por tener la claridad mental afectada. El sentido común nos dice que el consumo de drogas tendría que ser o un agravante o indiferente. El resultado es que los drogadictos nos machacan con sus delitos y nosotros les perdonamos parte del castigo. Así nos va. Tendríamos que protestar pero no lo hacemos.
¿Qué pasaría si las drogas se vendieran igual que el alcohol y el tabaco? El efecto sobre la inseguridad sería tremendo. Todos sabemos que un gran número de delincuentes atracan para pagarse sus dosis de droga.
Si además nuestros policías se liberan de perseguir el comercio de drogas y se pueden dedicar al resto de delincuencia, el aumento de nuestra Seguridad puede ser espectacular. Más que con cualquier otra medida.
¿Por qué están prohibidas las drogas? Evidentemente producen efectos indeseables en la salud y bajo sus efectos se pueden cometer muchas barbaridades.
Casi todas las cosas utilizadas incorrectamente también lo pueden hacer: un cuchillo de cocina (el arma de muchos crímenes), un coche (cientos de muertos y heridos), una medicina (efectos secundarios, suicidios), el alcohol (alcoholismo), el tabaco (cáncer para fumadores activos y pasivos), un avión (terrorismo reciente), … y lógicamente no las prohibimos sino que intentamos educar al personal para que haga un uso correcto y responsable. Además, le advertimos de que en caso de no hacerlo, deberá asumir la responsabilidad que le toque.
El vino y los licores ya los prohibieron los americanos hace años y así les fue.
Insisto a pesar de todo esto ¿por qué siguen prohibidas? Recomiendo al respecto la lectura de la Historia General de las Drogas de Antonio Escotado, editorial Espasa-Calpe, S.A (
http://www.escohotado.org/) en la que queda de manifiesto que el motivo original de prohibir las drogas, más que sanitario, fue moral. De moralidad cristiana concretamente. Conocer la Historia siempre es muy clarificador para entender el mundo actual.El 60% de los delitos cometidos guardó relación con la droga en 2001. Además, cuando un delincuente comete un delito bajo los efectos del consumo de drogas tiene derecho a la reducción de los años de cárcel que le puedan corresponder. Lo que los juristas llaman un eximente por tener la claridad mental afectada. El sentido común nos dice que el consumo de drogas tendría que ser o un agravante o indiferente. El resultado es que los drogadictos nos machacan con sus delitos y nosotros les perdonamos parte del castigo. Así nos va. Tendríamos que protestar pero no lo hacemos.
¿Qué pasaría si las drogas se vendieran igual que el alcohol y el tabaco? El efecto sobre la inseguridad sería tremendo. Todos sabemos que un gran número de delincuentes atracan para pagarse sus dosis de droga.
Si además nuestros policías se liberan de perseguir el comercio de drogas y se pueden dedicar al resto de delincuencia, el aumento de nuestra Seguridad puede ser espectacular. Más que con cualquier otra medida.
¿Por qué están prohibidas las drogas? Evidentemente producen efectos indeseables en la salud y bajo sus efectos se pueden cometer muchas barbaridades.
Casi todas las cosas utilizadas incorrectamente también lo pueden hacer: un cuchillo de cocina (el arma de muchos crímenes), un coche (cientos de muertos y heridos), una medicina (efectos secundarios, suicidios), el alcohol (alcoholismo), el tabaco (cáncer para fumadores activos y pasivos), un avión (terrorismo reciente), … y lógicamente no las prohibimos sino que intentamos educar al personal para que haga un uso correcto y responsable. Además, le advertimos de que en caso de no hacerlo, deberá asumir la responsabilidad que le toque.
El vino y los licores ya los prohibieron los americanos hace años y así les fue.
Insisto a pesar de todo esto ¿por qué siguen prohibidas? Recomiendo al respecto la lectura de la Historia General de las Drogas de Antonio Escotado, editorial Espasa-Calpe, S.A (
Con independencia de la legislación internacional que España se ha comprometido a respetar, creo que merecería un debate valiente considerar una tolerancia local, prudente y paulatina de las drogas a pesar de los intereses, no todos honestos, que hay en contra.
¿Alguien se acuerda de las víctimas?
Es curioso, por no decir otro palabro, que nuestro sistema penal y sus estudiosos tengan gran preocupación y comprensión por el delincuente y dejen en el mayor de los olvidos y abandonos a la víctima. La mayoría de los delincuentes carecen de patrimonio por lo que las indemnizaciones no se llegan a cobrar. Las victimas de delitos de terrorismo han tenido más atención hasta la fecha y cuentan con diversas asociaciones. Para el resto de víctimas ha surgido la asociación SOS Víctimas (http://www.sosvictimas.org/)
Los tiempos pasados sí fueron mejores
La delincuencia debe ser reprimida por la Sociedad con eficacia, no solo por el daño que ha causado a la victima directa que probablemente quedará traumatizada de por vida sino también por el daño que hace a la convivencia obligándonos a modificar nuestros hábitos y volviéndonos desconfiados.
Si recordamos la tranquilidad con la que se podía pasear hace años por nuestros campos o calles por solitarias que estuvieran con los riesgos que tenemos hoy día,
Si recordamos que con cerrar nuestra sencilla puerta de golpe podíamos estar tranquilos y no como ahora que tenemos que cerrar con varias vueltas de llave nuestra puerta blindada y a aun así estaremos más tranquilos si ponemos una alarma.
Si en ocasiones cuando se nos acerca alguien por la calle nos ponemos en posición defensiva por temor a que venga con malas intenciones a pesar de que finalmente solo quiera preguntarnos por una dirección.
Nos daremos cuenta de que estamos perdiendo mucha calidad de vida sin tener que recordar los tiempos de nuestros abuelos en que las casas apenas se cerraban.
Uno de los aspectos más dramáticos de la situación presente es que ha creado la Sociedad de la desconfianza. Por eso, las conductas que fomentan esta desconfianza en el prójimo tienen una gravedad añadida.
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