Los que nos oponemos a la violación de Derechos en los aeropuertos (y en cualquier otro lugar), entre los que me incluyo, ni somos valentones ni somos inconscientes, al menos en mi caso. TAMBIÉN me gusta llegar vivo a destino.
Ni se me pasa por la cabeza que un fanático pueda secuestrar el avión para exigir algún rescate ni que decida suicidarse haciéndolo explotar. Evidentemente no es imposible pues estos hechos ya han ocurrido pero también tenemos una escalofriante estadística de accidentes de tráfico, de ataques de corazón o de víctimas de la delincuencia, y cada día salimos a la calle sin la pistola al cinto ni un guardaespaldas.
Me preocuparía si tuviera sospechas de que, por negligencia o codicia, el avión o el piloto no estuvieran en óptimas condiciones, igual que me preocupan las evidentes dificultades para evacuar el avión en caso de emergencia debido a la estrechez del pasillo y puertas a causa del overbooking de asientos.
Si podemos llegar hasta el aeropuerto en Metro, Tren o Bus sin humillaciones ¿PORQUÉ NO PODEMOS VOLAR DE FORMA SIMILAR?
Nos han montado un Teatro de la Seguridad en los aeropuertos que lamentablemente está calando tan hondo que acaba siendo imprescindible para muchas personas que no entenderían una marcha atrás en los controles ya que los consideran imprescindibles.
Leyendo a José Antonio Marina, en el suplemento ES de La Vanguardia del pasado sábado, comentando, con su habitual agudeza, la irracionalidad de las personas supersticiosas y las limitaciones que eso les supone, me acuerdo de las personas obsesionadas por la seguridad y por querer tener todo controlado que están tan encantadas con los controles de seguridad en los aeropuertos que siempre les parecerán insuficientes.
El supersticioso, al igual que el temeroso, carece de capacidad crítica ante sus temores irracionales y es fácil presa de cualquier manipulador pero ¿Quién es capaz de hacérselo comprender?
OBSERVATORIO DEL DERECHO A LA INTIMIDAD Y AL LIBRE ALBEDRÍO
martes, 26 de enero de 2010
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