El calificativo “inteligente” vende mucho y se emplea hasta
la saciedad para todo tipo de entornos o dispositivos: edificios “inteligentes”,
contadores “inteligentes”, ciudades “inteligentes”, teléfonos “inteligentes”, Administración
“inteligente”, etc. La etiqueta “inteligente” (smart) parece la solución de moda para todo.
Sobre los contadores
inteligentes ya hemos comentado anteriormente. Únicamente añadir otro
posible uso perverso: ¿Y si llamas al trabajo diciendo que no vas ya que estás
enfermo y te quedas en casa pero tú consumo eléctrico indica que ese día no has
estado en casa?
Hoy nos centraremos en las Ciudades Inteligentes que nos prometen nuestros alcaldes para que
vivamos felices (¡!).
La Administración inteligente atenderá de forma individualizada a
cada ciudadano, según sus necesidades y demandas concretas, mediante el empleo
masivo de las tecnologías de la información. Así, la Administración
inteligente llegará a ser capaz de prever y anticiparse a las demandas de los
ciudadanos. Una aplicación concreta será el Ayuntamiento Inteligente que dará
lugar a la Ciudad
Inteligente.
Reconozco que hasta la fecha mi noción de "edificio
inteligente" era bastante negativa ya que actualmente estoy
"disfrutando" laboralmente de uno que sólo es medianamente
inteligente (¡suerte que no es totalmente inteligente!), mientras que la idea de
"ciudad inteligente" me era
bastante desconocida hasta que escuché en el Centro d Cultura Contemporánea
de Barcelona a Gus
Hosein. Así, esa noción incierta de ciudad futurista, ha pasado a ser
la de un hibrido entre parvulario y cárcel, ambos de lujo y como es de esperar
si la evolución sigue el camino ya emprendido, también imagino futuros Estados “inteligentes”.
¿Ciudades “inteligentes” o ciudades sabias? Aunque
me parece respetable el concepto de "Inteligencia" creo que genera
demasiadas confusiones y errores quedando muy lejos de la verdadera “Sabiduría”
por lo que confío que nuestras ciudades del futuro sean más sabias que
inteligentes.
Produce alarma que sin ningún debate ciudadano, nuestros
queridos dirigentes non embarquen en la aventura hacia la ciudad inteligente. Recientemente
Barcelona, para estar a la última en esa ridícula competición por ser el
ombligo del mundo, ha acogido el Smart
City Expo & World Congress. De momento parece que ya es la más
inteligente de España (¡de risa!)
Como es ya habitual, las ciudades deben ser
“inteligentes” para nuestro beneficio pero no olvidemos quién está detrás de
este tinglado tan fashion. Se trata una vez más, de marketing promovido por las
grandes empresas para agrandar su negocio (ver qué empresas pagan o participan
en el citado Congreso). Si leemos la gran Prensa
I, II,
III
y Así funciona una ciudad inteligente,
todo son elogios acríticos para este maravilloso futuro lleno de ciudades
inteligentes. Tampoco nos explican el coste económico de implantar las nuevas
tecnologías ni cuantos parados más provocarán.
Hasta ahora el concepto de Slow City nos parece suficiente objetivo para avanzar hacia esa utopía
de ciudades totalmente vivibles pero parece ser que no ofrecen suficiente
negocio a los grandes mercaderes. Los habitantes de las Slow Cities disfrutan con la filosofía "slow"
de pequeños placeres tales como comer, dialogar o pasear. En ellas no hay lugar
para la prisa a fin de fomentar una convivencia más humana.
No es que nos opongamos al progreso sino que queremos
controlar directamente ese progreso, y así evitar su lado más oscuro, para
aprovechar todo lo beneficioso que pueda ofrecernos. Esta política basada en el
paternalismo de “todo para el pueblo pero sin el pueblo”, decidiéndolo todo la
casta política, se ha demostrado una estafa.
Algunas sombras en las ciudades inteligentes:
- En entornos inteligentes no existe el anonimato.
- La ciudad inteligente cambiará al ser humano.
- El futuro será muy aburrido.
- Se centralizan todos los datos (tráfico, actividades) En la ciudad inteligente todos los datos (tráfico, consumos, ciudadanos, servicios, etc.) estarán integrados y centralizados en un moderno Centro de Control con look futurista. Esto contradice la ya demostrada eficacia de los sistemas descentralizados.
En las ciudades inteligentes debería ser posible
mantener no sólo la
Intimidad sino también la autonomía y la libertad. Los
humanos somos complejos y contradictorios: queremos libertad pero también
seguridad.
En una Ciudad Sabia, las decisiones importantes y por
supuesto la elaboración del Presupuesto anual, se toman entre todos los
ciudadanos y los gestores del Ayuntamiento las ejecutan con total
transparencia.
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