
Uno de estos sucesos, sucedido en diciembre pasado en el tranquilo pueblo de Palau-Saverdera (Girona), me ha calado especialmente.
Allí, una persona adulta vivia tranquilamente, haciendo trabajos agrícolas, en una caravana en las afueras del pueblo porque le gusta la montaña y la libertad, hasta que una noche, un grupo de jóvenes de 14 a 16 años con ropa paramilitar y encapuchados, vecinos de la zona, le atacan salvajemente y sin motivo con intención incluso de matarle.
Las noticias solo hablan de las lesiones corporales sufridas que es lo que tendrá en cuenta el juez, pero estas antes o después curan, mientras las secuelas de las lesiones psíquicas, son de difícil o imposible curación.
La policía ha detenido a los agresores pero han quedado en libertad por ser menores aunque algunos tienen antecedentes por actos violentos.
Ahora, la víctima ha tenido que ir a vivir a casa de su madre ya que la caravana ha quedado inservible por las lluvia de piedras que le lanzaron.
¿Para ejercer el derecho a vivir de forma diferente sin molestar a nadie hay que tener una escopeta?
¿Qué castigo merecen los jóvenes y sus padres?
¿Podemos evitar que vuelva a ocurrir?
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1 comentario:
En nuestro camino hacia un mundo mejor, parece ser que hemos de soportar los agravios de los que aún no saben vivir en libertad responsable.
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