OBSERVATORIO DEL DERECHO A LA INTIMIDAD Y AL LIBRE ALBEDRÍO

miércoles, 11 de junio de 2008

LA SALUD PÚBLICA TIENE DELITO

La salud es el tesoro más preciado
Todos tenemos muy claro qué es nuestra salud personal y lo recordamos cuando esta se deteriora porque algún mecanismo de nuestro increíble cuerpo se queja o deja de funcionar. Pero ¿tenemos claro qué es la Salud Pública? La respuesta ya no parece tan evidente.
Se supone que por Salud Pública hay que entender la salud de una población en su conjunto y considerar los hechos externos al individuo que inciden en su salud que pueden ser muy variados: redes de aguas potables y fecales, vacunaciones preventivas, contaminación ambiental, epidemias de enfermedades contagiosas, alimentos saludables, salud laboral, educación en hábitos higiénicos y saludables, las acciones o inacciones de ciertos políticos, etc.
Los esfuerzos que dedican nuestros gobernantes son muy desiguales no solo por la evidente relación entre Salud y Economía sino también por la más injustificable relación Salud-Moral Judeocristiana. A nosotros lo que más nos interesa es la relación entre Salud Pública y Libre Albedrío.

Nuestro Código Penal dedica casi 20 artículos a los delitos contra la Salud Pública (359-378)
· Si un médico que ayude al suicidio, a la eutanasia o al dopaje es considerado un delincuente ¿Qué pasa con los médicos que colaboran con los torturadores? O ¿qué problema hay, aparte del deportivo, que un deportista se dope aunque perjudique su salud?
· Si en principio es bueno promover el aumento de la Esperanza de vida no lo es tanto centrarse en la cantidad de años y olvidarse de la calidad, criminalizando en base a una moral superada, a las personas que pretenden decidir su final mediante el suicidio, la eutanasia o la drogadicción.
· Si una persona en uso de su libre albedrío puede arriesgar su vida practicando deportes de alto riesgo o adquiriendo una obesidad insana ¿qué problema hay con las drogas voluntariamente tomadas?

Parece una gran desproporción de esfuerzos, los dedicados por nuestros gobernantes a impedir el tráfico ilegal de drogas frente a los de impedir que un enfermo de Sida puede contagiar conscientemente a todas sus parejas sexuales o a que respiremos en las ciudades aire envenenado.

Un ejemplo límite, pero parece que real, es el que nos cuenta Quim Monzó en La Vanguardia del 29.5.08 titulado “Cuidado donde pones el pie”: Keith Brown, un ciudadano británico intachable, ha sido detenido y condenado a cuatro años de cárcel en el aeropuerto de Dubai porque llevaba en la suela del zapato 0,003 gramos (¡3 miligramos!) de hachís que al caminar se habían quedado pegados a la suela de su zapato, como podía haber pisado un chicle o una colilla.

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