La crisis económica ha conseguido que hasta los incrédulos comprueben en carne propia que el dinero público no es inagotable y que vivíamos como nuevos ricos sin serlo, así ha saltado a la palestra (¡por fin!) lo que probablemente es el mayor problema en la gestión política y que merecería los mayores debates públicos: en qué cosas gastar el Presupuesto anual y en qué otras no gastarlo; pedir créditos o no pedirlos .
Cuando el pastel presupuestario es muy abundante o se reparte por acuerdo mayoritario con criterios éticos y de justicia social, no hay problema pero cuando el pastel resulta insuficiente y unos pocos imponen unos criterios de reparto en su beneficio o los necesarios recortes se pretender imponer sin negociación y dejando zonas blindadas como el inmenso gasto militar, parece normal y justo que la mayoría ciudadana proteste y si no se les hace caso, el tono de la protesta vaya en aumento.
Así, la contestación social contra el desigual reparto ha crecido hasta límites insospechados, siendo el movimiento de los Indignados o 15M su plasmación. Este movimiento a base de sacrificios, constancia y pacifismo, ha conseguido poner nerviosos a los poderosos mediante la mofa y el descrédito de sus lameculos instalados en una indigna partitocracia y que, como los pastores, utilizan perros muy bien entrenados que asustan o muerden al cordero que no va por el camino oficialmente marcado.
El movimiento popular de los Indignados a disparado al núcleo duro de nuestra raquítica Democracia al negar toda legitimidad a nuestros gobernantes por haber alcanzado el cargo mediante una legislación electoral que hace años que debería haber sido profundamente reformada, por gobernar sin trasparencia, por no contar con la ciudadanía en la toma de decisiones importantes y en una palabra, por exigir un proceso constituyente pero desde abajo, como en Islandia. Esto les está poniendo bastante nerviosos. Saben que de seguir las cosas así, tienen los días contados.
La probable llegada del PP al poder augura más retrocesos democráticos. Pero en Cataluña, el gobierno conservador de CIU ya ha instaurando un Gobierno Autoritario al potenciar la respuesta policial desproporcionada frente a la justa protesta. Si esto ya se demostró con la ultraviolencia aplicada en el "higiénico" desalojo de la Plaza de Cataluña, o en la utilización viciada del sistema judicial para perseguir a los incívicos indignados que se atrevieron a molestar a sus Señorías al acceder al Parlamento, ahora nos llega la última vuelta de tuerca (por el momento): la intención de establecer la prohibición de que los manifestantes se protejan con cascos o con pasamontañas de la violencia policial y judicial.
Con la popular excusa de defender la dignidad de la mujer musulmana prohibiendo burkas y similares, se pretende meter en el mismo paquete, la prohibición del anonimato en la calle. Una calle vigilada ya por miles de videocámaras en casi todos los rincones y con policías llevando cámaras en su casco.
Si no protestamos frente a este globo sonda mediático, sufriremos otro recorte más en nuestros derechos ciudadanos.
¡El derecho a la Intimidad incluye el derecho al Anonimato. Sin Intimidad no hay Libertad!
1 comentario:
Pues el ciudadnao deberia tener mas deberes asi podria reclamar mejor sus derechos
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