El pasado 27, Alfredo Abián, vicedirector de La Vanguardia, atiza con su artillería habitual a los Señores del Miedo, en su artículo titulado "Seguridad Aérea" que no me resisto a transcribir íntegramente:
Las autoridades estadounidenses desvelaron ayer los primeros detalles sobre el atentado frustrado contra un avión que aterrizó en Detroit procedente de Ámsterdam, con 278 pasajeros abordo. Según esas informaciones, el potencial terrorista suicida, un nigeriano de 23 años, habría burlado les controles de seguridad del aeropuerto holandés al introducir el material necesario para realizar y activar algún tipo de bomba. El joven en cuestión, que fue reducido por los propios pasajeros cuando estaba iniciando su faena, también aparecía en listados de integristas próximos a Al Qaeda. Suena a broma de mal gusto. Tras los atentados del 11-S, los psicópatas de la seguridad nos convencieron de la necesidad de convertir los accesos a las salas de embarque en una pista americana donde debíamos ser tratados como presidiarios. Jarabes, colirios, perfumes o pasta de dientes pasarían a convertirse en posibles explosivos. Y si cualquier perturbado uniformado nos lo exigía, debíamos vaciar los bolsillos, descalzarnos, sacarnos el cinturón, arrancarnos una prótesis, desnudarnos o hacer el pino si era menester.
Habría que soportar cualquier vejación indocumentada en aras de la seguridad. Y ahora comprobamos que un niñato es capaz de burlar los controles para predicar su fe con la espada en la mano. La osada astucia parece haber podido con el despliegue policial, de la misma manera que un miserable insurgente talibán combate con un soldado estadounidense (un millón de dólares al año) o español (cerca de 500.000 euros de coste). Como siga la paranoia, acabaremos volando todos con monos de color naranja y grilletes.
Poco tengo que añadir a la tristeza y mala leche que me produce este espectáculo mediatico. Todavía no hay muchos detalles sobre este atentado pero casos anteriores, como el de los “zapatos bomba” o los líquidos explosivos, a pesar del paso del tiempo, siguen siendo confusos.
La Prensa ya nos anticipa el inevitable endurecimiento de los controles de seguridad (“prefiero que me desnuden antes que explote el avión”, declara una pasajera. Evidentemente, si me ofrecen únicamente esas dos opciones, yo también me apunto al despelote. Pero no es esa la alternativa).
La marcha hacia la Sociedad Controlada se acelera. Por una parte, es coincidencia que ahora que empezaba a calar la idea de que había que suavizar los controles, este suceso vuelva a demostrar lo imprescindible de no bajar la guardia, por otra parte, hay que reflexionar que un suceso puntual, que ha sido perfectamente solucionado por la ciudadanía, se desproporcione hasta ser considerado casi una declaración de guerra. Seguramente este aprendiz de talibán suicida no tiene relación alguna con los Señores del Miedo pero les ha hecho un favor que vale su peso en oro y demuestra la fragilidad de nuestro modelo de sociedad occidental. ¡Que fácil lo tiene el malo de la película!
El miedo, gracias a los Medios de Comunicación, es el arma de dominación de masas más fácil de utilizar, eficaz y barata. El miedo, bien dosificado como demostró Orson Welles en la Guerra de los Mundos, puede sustituir ventajosamente al ejército mejor equipado.
¿Quién no ha pasado miedo alguna vez? Todos podemos ser cobardes o valientes según las circunstancias. Los valientes reconocen haber tenido miedo pero han sido capaces de superarlo. Frente al miedo, reflexión, prudencia y un poquito de valentía. La vida con valentía puede ser más corta pero con miedo . . . no es vida.
Las autoridades estadounidenses desvelaron ayer los primeros detalles sobre el atentado frustrado contra un avión que aterrizó en Detroit procedente de Ámsterdam, con 278 pasajeros abordo. Según esas informaciones, el potencial terrorista suicida, un nigeriano de 23 años, habría burlado les controles de seguridad del aeropuerto holandés al introducir el material necesario para realizar y activar algún tipo de bomba. El joven en cuestión, que fue reducido por los propios pasajeros cuando estaba iniciando su faena, también aparecía en listados de integristas próximos a Al Qaeda. Suena a broma de mal gusto. Tras los atentados del 11-S, los psicópatas de la seguridad nos convencieron de la necesidad de convertir los accesos a las salas de embarque en una pista americana donde debíamos ser tratados como presidiarios. Jarabes, colirios, perfumes o pasta de dientes pasarían a convertirse en posibles explosivos. Y si cualquier perturbado uniformado nos lo exigía, debíamos vaciar los bolsillos, descalzarnos, sacarnos el cinturón, arrancarnos una prótesis, desnudarnos o hacer el pino si era menester.
Habría que soportar cualquier vejación indocumentada en aras de la seguridad. Y ahora comprobamos que un niñato es capaz de burlar los controles para predicar su fe con la espada en la mano. La osada astucia parece haber podido con el despliegue policial, de la misma manera que un miserable insurgente talibán combate con un soldado estadounidense (un millón de dólares al año) o español (cerca de 500.000 euros de coste). Como siga la paranoia, acabaremos volando todos con monos de color naranja y grilletes.
Poco tengo que añadir a la tristeza y mala leche que me produce este espectáculo mediatico. Todavía no hay muchos detalles sobre este atentado pero casos anteriores, como el de los “zapatos bomba” o los líquidos explosivos, a pesar del paso del tiempo, siguen siendo confusos.
La Prensa ya nos anticipa el inevitable endurecimiento de los controles de seguridad (“prefiero que me desnuden antes que explote el avión”, declara una pasajera. Evidentemente, si me ofrecen únicamente esas dos opciones, yo también me apunto al despelote. Pero no es esa la alternativa).
La marcha hacia la Sociedad Controlada se acelera. Por una parte, es coincidencia que ahora que empezaba a calar la idea de que había que suavizar los controles, este suceso vuelva a demostrar lo imprescindible de no bajar la guardia, por otra parte, hay que reflexionar que un suceso puntual, que ha sido perfectamente solucionado por la ciudadanía, se desproporcione hasta ser considerado casi una declaración de guerra. Seguramente este aprendiz de talibán suicida no tiene relación alguna con los Señores del Miedo pero les ha hecho un favor que vale su peso en oro y demuestra la fragilidad de nuestro modelo de sociedad occidental. ¡Que fácil lo tiene el malo de la película!
El miedo, gracias a los Medios de Comunicación, es el arma de dominación de masas más fácil de utilizar, eficaz y barata. El miedo, bien dosificado como demostró Orson Welles en la Guerra de los Mundos, puede sustituir ventajosamente al ejército mejor equipado.
¿Quién no ha pasado miedo alguna vez? Todos podemos ser cobardes o valientes según las circunstancias. Los valientes reconocen haber tenido miedo pero han sido capaces de superarlo. Frente al miedo, reflexión, prudencia y un poquito de valentía. La vida con valentía puede ser más corta pero con miedo . . . no es vida.
2 comentarios:
La seguridad en los Aeropuertos no es másque un show. Arriba en las áreas públicas: show mediatico para asustar a los ciudadanos. Debajo en el handling de maletas: casi el 100% de la plantilla proviene de ETTs, y rotan toda la plantilla cada tres meses. Gente que entra y sale constantemente, miles y miles de pases de seguridad y credenciales diseminadas por ahí. Al-Qaeda solo tiene que inscribirse en una ETT y no pasaran tres meses antes de que los llamen para trabajar en el underground del aeropuerto. Al parecer mantener los costes laborales bajos es más importante que la vida de los pasajeros. La realidad es que las autoridades poco pueden hacer para evitar un atentado terrorista.
Juan gracias por el comentario. Tocas un aspecto muy interesante: el del personal mal pagado y por tanto con alta rotación en los aeropuertos, dedicado tanto a tareas de pista como de tierra, incluidos los seguratas. No confundamos ni mezclemos el negocio con la seguridad. Ni la dignidad con la comodidad.
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