Se va cerrando el círculo, y nosotros estamos dentro,
como si fuera un gran panóptico, sin Intimidad y escudriñados en todos nuestros
movimientos, en nuestras conversaciones, ¿también en nuestros pensamientos? ...
todo llegará.
Todo sabemos que el controlador, el vigilante, el
policía, el contable, son como el Inspector de Hacienda, insaciables en necesitar
medidas controladoras que hagan más fácil su trabajo. Les importa un carajo
todo lo que no sea lo que creen que es cumplir con su deber, un sacrosanto
deber que no se puede equiparar al resto, por su inmensa importancia.
Como dicen los antiguos, contra el vicio de pedir está la
virtud de no dar. El problema surge cuando la Dirección de la empresa, o
nuestro deslegitimado Gobierno, le hacen caso. Así se consigue que toda la
empresa o toda la ciudadanía queden prisioneras de unas normas que dejan de ser
un medio más, para acabar siendo el Fin absoluto de la organización.
Son normas
que se publicitan muy bien entre los cándidos, los despistados o los temerosos,
ya que son por el bien de todos pero que
nos amargan la vida o nos la mutilan. Siempre estarán justificadas por el
fraude fiscal, por la guerra contra las drogas, por la lucha contra el
terrorismo, ...
¡Sin Anonimato no
hay Intimidad y sin intimidad no hay Vida.
Fijaros en la progresiva imposibilidad del anonimato en
nuestras ciudades y Estados.
Espero equivocarme pero cada vez veo más próximos los
grandes avances que serán definitivos: desaparición del dinero en efectivo para
evitar el fraude fiscal y el blanqueo de dinero, y obligación caminar por la
calle con un chaleco de alta visibilidad, para evitar que nos atropelle un
coche, y con el nº del DNI en grandes caracteres en la espalda, por si acaso.
¿Es el mundo que realmente queremos? Mientras, la
corrupción de nuestros políticos campa a sus anchas.
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